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jueves, 10 de marzo de 2011

historia de una maldita y solitaria noche

Una maldita y solitaria noche de mayo, a las once de la noche, una mujer casi desnuda lo dejo en la puerta de una casa en uno de los barrios más acaudalados de la ciudad. La mujer lo había parido hace algunas horas, en un asqueroso baño público, que olía a orín y mierda. Estaba nerviosa, y deseaba que su hija naciera pronto, la amaba desde hacía tiempo, y no sabíaqué hacer si su bebe no resultaba una niña. Fue tanta la desilusión al ver que esa criatura,bañada en un líquido sanguinolento o que tenía era un pequeño pipi, que no quiso verlo más y de la impotencia le sumergió la frágil y pequeña cabeza en el agua amierdolada y espesa que casi se desbordaba en el inodoro. Lo hizo de manera brutal e instantánea. ¡Era un maldito niño! Pensaba ¡lo odio! Pero luego reflexiona, que ya no quería pecar más, pues toda su vida se había prostituido por placer y ambición que estaba segura que iría al infierno, pero que lo mejor sería buscar un mejor futuro para la resbalosa, fría y silenciosa criatura que había parido. Así que la saco del agua intestinal y nauseabunda de aquel inodoro, sin verlo, ¡no quería ver a ese maldito niño!, lo seco y envolvió con lo primero que encontró: unos periódicos embadurnados y arrugados con los que los clientes de aquel lugar se habían y restregado el culo, horas antes. Termino de envolverlo con unos harapos que tenía puestos, y le descubrió un poco la nariz ¡para que respirara el maldito! Estaba embargada en sus nervios y en sus pensamientos que se le pasaron muchas cosas por desapercibidos, algunas de ellas demasiado importantes.
Salió y corrió sin rumbo seguro por las solitarias calles y con el misterioso paquete que apestaba a sarna y mierda. Se detuvo cuando llego a uno de los mejores barrios de la ciudad, y pensaba dejarlo en la casa más grande y lujosa que encontrara; pero estaba tan nerviosa e inmersa en sus pensamientos, que lo dejo en la segunda casa que vio, toco el timbre y desapareció.
Tres cuadras más adelantes, dos depravados hombres la detuvieron, con esperanzas de violarla, pero la encontraron tan hedionda, ensangrentada y con un horrible olor a sarna y mierda. Entonces uno de los dos hombres le ensarto un cuchillo en la garganta, por donde broto de ella gran cantidad de sangre, era una sangre oscura y consistente, que solo se detuvo para después salir mezclada con vómito y flema por la segunda boca en su garganta. Antes de morir y con el cuchillo atravesado en la garganta, la mujer pensó que con la acción que acababa de realizar, al darle un mejor futuro a su hijo, dios se apiadaría de ella y le perdonaría toda su ambición, lujuria y terribles arrecheras. Pensó que podría morir tranquila, si su hijo conseguía una feliz y normal vida, solo entonces podría ir al paraíso. Ya su hijo no era un maldito, sino su redentor, o amaba y hasta grito casi agonizando: ¡dios, cuidad a mi bebe! Pero no fue muy legible ya el sonido le salió por el orificio de su garganta.
La casa en donde el paquete de trapos, papel, mierda y bebe estaba, era una casa inmensa, muy bien decorada, con grandes ventanales y de dos pisos. Allí vivían desde hace 9 meses una pareja de ancianos, que deseaban morir prontos, solitarios y cómodos. Sus cuerpos eran encorvados, flácidos, arrugados, su piel marchita y llena de pecas, sus cabellos eran escasos, polvorientos y rústicos; y olían a un extraño olor de queso rancio, en realidad todo en esa casa tenía el mismo olor. Además habían perdido casi el 50% de su audición, por eso nunca se percataron que el timbre había sonado. ¡Eran como dos grandes bolsas de cuero viejo, sobre dos rechinantes mecedoras!
Mientras tanto, entre las solitarias calles apareció una delgada figura, era un drogadicto indigente con una vieja carretilla, con cabellos largos y enmugrecidos; en su vieja carretilla iba introduciendo cualquier cosa que se encontrara, llevaba desperdicios de comida, un radio descompuesto, un perro en descomposición, una rama de árbol seca, cabello de mujer y un oxidado y largo machete. Estaba trabado hasta la coronilla y cantaba una desafinada y arrítmica canción que venía inventando en medio de su traba, alucinaba, divagaba, estaba desorientado, pero feliz.
Cuando paso por la casa de la pareja de ancianos, vio algo increíble, alguien por descuido, había dejado un fabulosos tesoro envuelto en trapos y periódicos; ¡que afortunado era! Pensaba con mucho ánimo, podrían ser diamantes, perlas, lingotes de oro, dólares, fuese lo que sea, debía ser algo maravilloso, hasta mágico. Aquel tesoro estaba custodiado por dos flameantes y feroces dragones, entonces desenvainó su oxidado machete y con mucha osadía le s propino varios machetazos a dos árboles del jardín. Luego corrió hasta su paradisiaco tesoro, lo abrazo y huyo enseguida, no se detuvo a confirmar su contenido, ni siquiera a olfatearlo; si lo hubiese hecho hubiese notado que lo que llevaba en sus brazos era un maravilloso e increíble tesoro de apestosa mierda, sangre, carne y hueso. Llego a su carretilla que ahora era un hermoso carruaje, arrastrado por dos caballos voladores y continúo su quimérico y excitante viaje.
En la esquina se encontró dos demonios malignos que ambicionaban su espectacular y fabuloso tesoro, apestaban a sarna y mierda, y estaban cubiertos de una sangre oscura. Eran los dos hombres que acababan de asesinar a la madre de la criatura, estaban sentados, reflexionando sobre sus actos, cuando de pronto vieron un indigente, sobre una vieja carretilla, que venía gritando: ¡arre, arre!. Era un hombre delgado, que olía también a sarna y mierda, pero mucho más fuerte y combinado con olor de marihuana y la putrefacción de un perro.
Aquel indigente se abalanzo sobre uno de ellos, y le incrustó un machete largo y oxidado en la frente, y cuando se dirigía hacia el otro hombre, le grito: ¡muere demonio! Pero el hombre le metió un cuchillo que ya estaba ensangrentado, en el corazón. Cayeron los dos cadáveres y el hombre sobreviviente escapo del lugar.
A la mañana, la policía encontró tres cadáveres nauseabundos que apestaban a sarna y mierda. Un indigente delgado con un cuchillo en el corazón. Otro sujeto con un oxidado machete en la mitad de su cabeza; pero lo más curioso fue el tercer cadáver: era un recién nacido, sobre un perro en descomposición, dentro de una vieja carretilla llena de basura, él bebe estaba envuelto con todo y placenta, y untado de excrementos. Aun más curioso era que era en realidad un bebe hermafrodita, es decir una criatura con ambos órganos genitales, pero a kilómetros se veía que su parte femenina estaba mucho más desarrollada, de niño solo tenía un minúsculo pipi. ¡Era una niña, con un minúsculo pipi! Los exámenes arrojaron que había muerto la noche anterior, es decir había nacido muerta, y que extrañamente en su estómago y pulmones, había excremento de diferentes personas, como si cuatro personas hubiesen cagado dentro de ella.
Encontraron después otro cadáver, casi desnudo, una mujer que apestaba a lo mismo que los otros cuerpos y que tenía un agujero en su garganta; los exámenes confirmaron que era la mama de la criatura, de la niña. Encontraron no muy lejos de ahí un baño público con sangre de aquella mujer y restos de placenta. Pero nunca pudieron explicar, que fue lo que sucedió realmente.
Lo que acaban de leer, es mi versión de los hechos. Después de haber visto morir a mi compañero y apuñalar a ese loco indigente, corrí a esconderme mientras acababan las investigaciones de la policía. Después solo leí los periódicos y vi los noticieros, y esto es lo que creo yo que sucedió esa maldita y solitaria noche:
La dramática y asquerosa historia de una bruta y desesperada mujer que no pudo notar que su bebe había nacido niña y muerta, que no noto que no lloro al nacer, y que no respiro nunca, solo porque estaba sumida en sus pensamientos y desesperada. Lo único que vio esta bruta, fue un minúsculo pipi. Y yo por mi parte, aún tengo un tenue olor a sarna y mierda.

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